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Wangari Maathai.Ecologista keniana.Premio Nobel de la Paz 2004.





Wangari Maathai

Comenzó plantando árboles en el jardín de su casa y acabó creando el movimiento Cinturón Verde, una organización de mujeres kenianas que ha plantado 30 millones de árboles. Su nombre es Wangari Maathai. El comité noruego de los premios Nobel le concedía a esta mujer keniana, el premio Nobel de la Paz 2004. Era la primera mujer africana que recibía dicho galardón.


Con la boca medio abierta y con la sensación de haber recibido un golpe en la cabeza. Así se había quedado una gran mujer africana cuando aquella mañana del 8 de octubre de 2004 recibía una llamada telefónica del embajador noruego en Nairobi.

Le comunicaba una noticia: Wangari Maathai, ecologista keniana de 64 años, se le había concedido el premio Nobel de la Paz 2004. Nada más colgar hizo cuatro llamadas: a cada uno de sus tres hijos y a su gran amiga Kathleen Egan, una hermana benedictina estadounidense de 89 años.
Wangari Maathai nació en Nyere, Kenia, en 1940 en el seno de una familia kikuyu, la etnia mayoritaria del país. Estudió en un centro católico. Después de superar brillantemente la escuela elemental, media y superior, quiso seguir estudiando. En 1966 se licenció en Biología y obtuvo un Master de Ciencias en la Universidad de Pittsburg. Volvió a Kenia y en 1971 se doctoró en la Universidad de Nairobi, donde luego ejerció de profesora de anatomía en veterinaria y zoología.
El año 1976 fundó el movimiento del Cinturón Verde con el objetivo de defender el medio ambiente de su país. Organizó a mujeres agricultoras para que plantaran árboles. A las amigas que conocía las animaba a plantar árboles en sus jardines, en los parques, en los patios de las escuelas o en las plazas de las iglesias. "Cuando era niña me impresionaba una enorme higuera que había cerca de nuestra casa.


Mi madre me había dicho que no se podía cortar. No lejos de ese árbol estaba el nacimiento de un arroyo, al que yo iba a buscar agua a mi madre. Cuando la higuera fue talada, el arroyo se secó. Mis hijos nunca verán la enorme higuera. Nunca verán el arroyo. Cuando visito este pequeño valle de mi infancia, siento que la tragedia se abate sobre la tierra que pisan mis pies. Contemplo barrancos que me hablan de erosión del suelo. En las caras de los habitantes locales se refleja el hambre. La leña es escasa, porque se han cortado todos los árboles.


Por eso quiero luchar contra la tala indiscriminada de los árboles, la erosión del suelo, la desertización, la contaminación del agua; y también contra la pobreza, el hambre, la esclavitud de la mujer, condenada a caminar horas y horas en busca de leña para cocinar".

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