EUGENIO FUENTES. El País 13/12/2010
El deporte es la forma en que la modernidad manifiesta su nostalgia del héroe. De un modo metafórico y virtual, el deporte revive aquel mundo épico donde estaban claros los límites del territorio y los miembros de la tribu, de cuyos valores comunitarios el héroe era el representante más íntegro y armonioso.
Por su parte, el deportista no es sólo una masa de músculos en lucha contra otros atletas o contra la gravedad de la tierra. También, como todos los hombres, es un concentrado de angustias y pasiones que, al mismo tiempo que necesita la adoración ajena, cada día es más consciente de la responsabilidad que la sociedad carga sobre sus hombros. Al competir sabe que de él depende algo más que un simple resultado deportivo: según su actuación, entrarán en juego la alegría o la tristeza, la decepción o el orgullo, el entusiasmo o la frustración de la comunidad a la que representa.
Gabriel García Márquez escribió 14 episodios sobre el gran ciclista colombiano Ramón Hoyos a partir de una larga entrevista continuada durante cinco días y durante cinco horas cada día. Cada entrega está dividida en dos partes. En la primera se transcriben, en primera persona, los recuerdos y las declaraciones de Ramón Hoyos bajo el título El triple campeón revela su secreto. En la segunda, bajo el epígrafe Nota del redactor, el periodista García Márquez desarrolla sus observaciones en tercera persona.
Las últimas frases de Hoyos, y del libro, son las siguientes: "Sólo que cuando pienso que tendré que participar en otra Vuelta a Colombia me da una pereza terrible. Me alarma mi compromiso con el público. Con este público colombiano que cada día exige más y más, cuando ya uno sólo vive para darle a ese público todo lo que puede".
Hace 55 años aún no habían estallado los escándalos de dopaje que tanto han ensuciado el deporte -sobre todo el ciclismo- en la última década, pero al leer estas frases se diría que García Márquez diagnostica una de las causas: la corresponsabilidad de la sociedad en esta plaga al exigir cada día más y más de los deportistas, al reclamarles que batan récords, que en cada salto vuelen más, que cada vez corran más deprisa. En alguna transmisión de ciclismo se ha oído a un comentarista reprochar a los corredores que no aceleraran, aunque soplara en contra un viento capaz de arrancar secuoyas o el sol en lo alto los acribillara con lanzazos a 40 grados...
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No hay piedad para el ángel dopado
Anton Losada. El Periódico de Cataluña. 12-09-2010
Lo más asombroso de los casos de dopaje lo constituye siempre la increíble cantidad de gente que lo sabía desde el principio, pero aguardó a que fuera destapado por la Guardia Civil para decírtelo.
Ya sabían ellos que los otros les ganaban porque hacían trampa, les oyes afirmar con una decencia desasosegante. Llama tanto la atención la velocidad de plusmarquista que emplean portavoces políticos y altos cargos para separarse del imputado, estableciendo marcas que baten los registros de récord acreditados en su día para situar sus jetas eufóricas en las fotografías de las medallas ganadas por el ángel caído.
Parafraseando al maestro Yoda, las marcas publicitarias tienen el dinero y el dinero quiere marcas deportivas; las audiencias millonarias requieren héroes y las hazañas requieren de lo excepcional y, lamentablemente, el cuerpo humano y la teoría de la evolución tienen sus límites. Que el todo vale encuentre su camino solo es una cuestión de tiempo...
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http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/20101212/hay-piedad-para-angel-dopado/620634.shtml
Viñetas de Eneko y Manel Fontdevilla
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