en el que nos ha tocado vivir
Con diferentes miradas podemos apreciar o evaluar el mundo en el que nos ha tocado vivir. Seleccionamos cuatro miradas: una mirada social, que incida en consideraciones económicas; una mirada natural, que atienda aspectos ecológicos del entorno; una mirada cultural, centrada en la acceso a los recursos educativos, y una mirada ética, que atienda los ideales que más predominan o se manifiestan.
Así, con una mirada social y partiendo de fuentes estadísticas reconocidas constatamos que la injusticia y la desigualdad son signos distintivos de nuestro mundo, y que cotas de bienestar conseguidas en algunos países tienden a debilitarse en éstos, en lugar de generalizarse en otros países. Las nuevas tecnologías y con ellas la globalizaciónhan impulsado importantes cambios y, a pesar del incremento de productos y de riqueza no se han reducido las desigualdades sociales y económicas, más bien al contrario. La globalización ha abierto las puertas a los ricos, llegando a ser más ricos, y ha cerrado las puertas a los pobres, llegando a ser más pobres; y las nuevas tecnologías, que podrían favorecer a todo el mundo, han protegido los globalizadores, no los globalizados.
El incremento de producción y el correspondiente estímulo al consumo ha transformado nuestro mundo social en un enorme mercado, y al mismo tiempo ha transformado nuestro mundo natural, nuestro planeta en un cuerpo explotado y contaminado. Una mirada natural o ecológica nos lleva a considerar que nuestro planeta, como no había pasado nunca, ahora es vulnerable; el afán desmesurado de beneficio económico no ha considerado la necesidad de respetar el medio ambiente, creyendo que el planeta podía asumir cualquier exceso. Constatamos un enorme desprecio por las otras formas de vida del planeta y por el mismo planeta.
¿Y que nos deja entrever una mirada cultural? Por un lado, un primer mundo con grandes posibilidades culturales pero inundado de información a menudo irrelevante, en el que la educación y el conocimiento sólo aparentemente ocupan un lugar prioritario; por otro lado, otro mundo carece de acceso a los más básicos recursos educativos, todavía con una parte de la población analfabeta. La tercera revolución industrial, la fundamentada en la informática y las telecomunicaciones, han agrandado el abismo entre el mundo que tiene acceso a todo tipo de información y conocimiento y el mundo que no.
Y si contemplamos el mundo con una mirada ética, una mirada que engloba las otras miradas, se despierta el deseo de un mundo mucho mejor. Si los mercados o los intereses particulares tienen la última palabra, si no hay ideales superiores que guienlas acciones humanas, no nos tiene que extrañar que la conquista de la igualdad y de la justicia sean objetivos difíciles y lejanos.
Con diferentes miradas podemos apreciar o evaluar el mundo en el que nos ha tocado vivir. Seleccionamos cuatro miradas: una mirada social, que incida en consideraciones económicas; una mirada natural, que atienda aspectos ecológicos del entorno; una mirada cultural, centrada en la acceso a los recursos educativos, y una mirada ética, que atienda los ideales que más predominan o se manifiestan.
Así, con una mirada social y partiendo de fuentes estadísticas reconocidas constatamos que la injusticia y la desigualdad son signos distintivos de nuestro mundo, y que cotas de bienestar conseguidas en algunos países tienden a debilitarse en éstos, en lugar de generalizarse en otros países. Las nuevas tecnologías y con ellas la globalizaciónhan impulsado importantes cambios y, a pesar del incremento de productos y de riqueza no se han reducido las desigualdades sociales y económicas, más bien al contrario. La globalización ha abierto las puertas a los ricos, llegando a ser más ricos, y ha cerrado las puertas a los pobres, llegando a ser más pobres; y las nuevas tecnologías, que podrían favorecer a todo el mundo, han protegido los globalizadores, no los globalizados.
El incremento de producción y el correspondiente estímulo al consumo ha transformado nuestro mundo social en un enorme mercado, y al mismo tiempo ha transformado nuestro mundo natural, nuestro planeta en un cuerpo explotado y contaminado. Una mirada natural o ecológica nos lleva a considerar que nuestro planeta, como no había pasado nunca, ahora es vulnerable; el afán desmesurado de beneficio económico no ha considerado la necesidad de respetar el medio ambiente, creyendo que el planeta podía asumir cualquier exceso. Constatamos un enorme desprecio por las otras formas de vida del planeta y por el mismo planeta.
¿Y que nos deja entrever una mirada cultural? Por un lado, un primer mundo con grandes posibilidades culturales pero inundado de información a menudo irrelevante, en el que la educación y el conocimiento sólo aparentemente ocupan un lugar prioritario; por otro lado, otro mundo carece de acceso a los más básicos recursos educativos, todavía con una parte de la población analfabeta. La tercera revolución industrial, la fundamentada en la informática y las telecomunicaciones, han agrandado el abismo entre el mundo que tiene acceso a todo tipo de información y conocimiento y el mundo que no.
Y si contemplamos el mundo con una mirada ética, una mirada que engloba las otras miradas, se despierta el deseo de un mundo mucho mejor. Si los mercados o los intereses particulares tienen la última palabra, si no hay ideales superiores que guienlas acciones humanas, no nos tiene que extrañar que la conquista de la igualdad y de la justicia sean objetivos difíciles y lejanos.
Estas miradas críticas no han de ser paralizadoras sino estimuladoras e inspiradoras de actuaciones. A menudo se olvida lo mucho que se ha conseguido, cosa que nos hace pensar en lo mucho que todavía es posible conquistar. Se ha conseguido que la democracia haya ido ganando terreno, haciéndose sentir la voz de muchos pueblos; se ha conseguido la afirmación de la libertad personal, permitiendo a los individuos trazar más sus vidas; se ha avanzado en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, mucho tiempo anhelados; la esperanza de vida se ha incrementado en los países en vía de desarrollo; la mortalidad infantil, en medio siglo, se ha reducido a la mitad en los países en vía de desarrollo. Todos estos éxitos han de mantenerse y generalizarse, pero tienen a su lado fracasos que hace falta superar si queremos conseguir el gran reto de la paz en el mundo.
De Edupolis. Lloren Vallmajó Riera
http://www.xtec.cat/~lvallmaj/index2.htm
http://www.xtec.cat/~lvallmaj/edupolis/8millor2.htm
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